Las salamandras son bonitos anfibios que viven habitualmente en hábitat terrestre y acuden a las zonas con agua para depositar las larvas o, en el caso de algunas especies, darse un placentero baño. Destacan por sus vivos colores y por sus tamaños, en muchos casos bastante llamativos.
Son animales que podemos encontrar viviendo felizmente en nuestro país y que suelen alimentarse de gusanos, crustáceos y otros mamíferos diminutos. Bajo esta descripción, parecen animales encantadores, pero, ¿hay especies de salamandras venenosas?
En este artículo te lo contamos todo sobre estos anfibios, te desvelamos si son venenosos y te ofrecemos algunos consejos a seguir si te encuentras con ellos durante tus paseos por la naturaleza.
La realidad es que hay una gran cantidad de animales que pertenecen a la categoría de los anfibios y que son venenosos, pese a que su apariencia es muy inofensiva. No tienen aguijones o grandes dientes, por lo que te preguntarás cómo pueden atacarnos las salamandras. En estos casos, emplean unas glándulas granulares que se encuentran en su piel.
Por suerte, aunque existen salamandras que son venenosas, esto resulta inocuo en el contacto con los seres humanos. Se trata de un sistema defensivo que emplean cuando se sienten atacadas y que se activa en conjunto con una gama de colores diferencial en su piel. Lo que hacen es desprender determinadas toxinas capaces de causar una pequeña irritación, pero no que no son letales para las personas o para otros animales. La intención es la disuasión y no el ataque directo.
En realidad, este sistema no está diseñado para herir. Se trata de un veneno que presenta un sabor bastante desagradable y esto hace que los depredadores detecten a estos animales como poco deseables para alimentarse de ellos. Cuando un animal pone una salamandra en su boca percibirá ese gusto y ese olor tan poco suculento de las toxinas y la expulsará. Es su particular forma de evitar ser cazadas, ¡y resulta bastante efectiva!
¿Podemos encontrar una salamandra en España? Lo cierto es que sí, y prácticamente en toda la geográfica de nuestro país. Lo que veremos es que son de diferentes especies según la zona y el hábitat más propicio para ellas.
La salamandra común es la que encontraremos en áreas más extendidas y diferenciadas, pues vive a lo largo de todo Portugal, sube hasta Galicia y se extiende también por varias zonas del sur, incluso en Extremadura. Se trata de una especie bastante grande y con la cabeza bastante aplanada y ancha. Comparte el mismo hábitat la salamandra morenica, aunque tiene más presencia por la comunidad andaluza.
En todas las comunidades del norte de España, empezando por Galicia y culminando en los Pirineos, se puede observar la presencia de la salamandra fastuosa. Su principal característica es la viveza de su color, pues es de un destacado amarillo con manchas negras y también cuenta con un tamaño bastante interesante.
En zonas montañosas muy localizadas y en torrentes con agua a muy baja temperatura se encuentran algunos ejemplares del Tritón del Montseny, una exótica salamandra que está en peligro de extinción. Este animal se puede encontrar en puntos muy concretos de nuestra geografía y destaca porque su tamaño es bastante inferior al de otras especies. Su color es pardo y con diminutas manchas.
El gallipato es un tipo de salamandra que porta el tamaño más grande con diferencia. Se trata de un animal que apariencia el entorno marino y el clima agradable, pues siente algunas dificultades en suelo firme. Tiende a nadar en las costas del sur de España en las que encuentra su hábitat más apropiada para crecer, reproducirse y vivir.
Pese a que la salamandra común ocupa un hábitat muy extenso, sin duda es el tritón pigmeo el más extendido con diferencia. De hecho, también tiene presencia en Portugal y en Francia, ¡se adapta a todo! Lo podrás reconocer porque tiene unas dimensiones medianas y un cuerpo plano, pero con forma redondeada.
Como ahora sabemos, la salamandra es venenosa, con efectos muy moderados en las personas y sin llevarnos a una situación de salud peligrosa. Sus toxinas, como están dispuestas para defenderse de los depredadores, van a hacer su efecto en contacto con las mucosas. Esto implica la boca, los ojos, la nariz…
Los seres humanos podemos notar molestias o irritación cuando, después de tocar una salamandra, nos tocamos los ojos o la boca. Es decir, no vamos a notar una sensación de irritación en la piel de la mano con el contacto directo hacia el animal.
Lo más importante para evitar los problemas que genera su veneno es limpiarse rápidamente las manos con agua y jabón, con el fin de eliminar las toxinas de nuestra piel antes de que las extendamos por zonas delicadas. Hay que evitar tocarse la cara en el periodo de tiempo entre que mantenemos el contacto y nos limpiamos.
La acción del veneno de las salamandras es muy parecido en todos los animales, lo que nos incluye a las personas y también a los perros. Esto quiere decir que el can puede sentir grandes molestias causadas por sus toxinas, pero no pondrán en riesgo real su salud.
Puede ocurrir que el perro esté en el campo y trate de comerse una salamandra o meterla en la boca, ¿es esto arriesgado? No demasiado, pues detectará ese sabor desagradable y enseguida la expulsará, por lo tanto, ni tan siquiera se la llegará a comer.
Si se da la desgraciada circunstancia de que, finalmente, el perro es muy valiente y opta por degustarla al completo, sí notará sus efectos. Habrá una irritación en las mucosas de su aparato digestivo y de sus intestinos. En este caso tampoco tiene por qué ser algo suma importancia, pero convendrá llevarlo al veterinario para que pueda aliviar las molestias o poner un tratamiento si es necesario.
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